Como tantos y tantos días, mientras trabajo o cómo desconexión, navego por Twitter.

Conversaciones, flirteos, me gusta, imágenes, vídeos, artículos del blog (mi mano dentro de los boxers) y alguna quedada o cita.

Aquel inicio de conversación cautivó mi atención que mantenía en otros temas organizacionales. Siempre soy yo quien intenta iniciar conversación en el chat con un «hola» o algún comentario sobre la foto o perfil.

Me encontré un: «Qué haces esta noche? Estamos preparando una barbacoa en la terraza»

Mis ojos fueron los del icono de whtasapp.. redondos y grandes, expresivos.

Contesté que no tenía plan. Me invitaron a la barbacoa nocturna de terraza después de charlar un rato. Nada de sexo, la conversación agradable y con chispa sobre una velada, sinuosa, y para nada explicita.

Relato erótico la sala de espera

Accedí a llegarme hasta la casa donde se celebraba el evento culinario de colesterol y aroma a campo. Me encanta. Aunque continuaba perplejo por la invitación, así sin más.

Aparqué en las inmediaciones de la casa. Un edificio pequeño pero coqueto. Rodeado de setos que no dejaba apreciar su interior. Música agradable al oído como fondo, brasas, y una tenue luz. No era una fiesta.

Excitado y nervioso, más que si hubiera quedado en plan cita para intentar cortejar, mi imaginación se apoderaba de mi. Deseaba estar ya dentro, haber saludado y pasado los minutos iniciales de presentación. Temblaba.

Enrique me recibió con una sonrisa, espléndida. Piel morena de verano. Me ofreció su mano y me dio un gran abrazo de recibimiento.

Me dijo que entrara al jardín que Elena estaba con la barbacoa.
Preciosa cabellera sedosa y brillante la de Elena, en shorts y camisa escotada. Piel de verano, olor a brasas. Rubia de boca grande y mandíbula cuadrada. Me abrazó y sentí, también, su carne caliente.

– Bienvenido guapo, ves a la nevera y trae bebida. Coge lo que desees.

Al dirigirme dentro de la casa, entrar a la cocina, amplia, por el pasillo vi un cuerpo desvistiéndose. Enrique se ponía cómodo para la cena. Desnudo de espaldas subía sus bermudas, en chancletas y piel tostada.

Saqué tres cervezas que abrí. Ofreciendo a Elena y dejando en la mesa llena de platos la de Enrique.

Relato erótico el invitado

Conversamos los dos, mientras yo admiraba sentado la piel tostada de Elena. Unas piernas torneadas, sin ser delgada, con unas preciosas curvas envueltas en shorts cómodos y camisa fresca. Fresca camisa, floreada que me regalaba el dorado de sus pechos, redondos, sin sujetador, con el caramelo marrón coronando prominente, sabiéndose admirado.

Me sonreía, sabedora de mi disfrute. Y volvía a doblar el torso, inclinándose, en sus movimientos organizativos de la barbacoa.

A ratos, el aroma de brasas desaparecía con la brisa, llegando el cloro de la piscina. Ese olor que invita a desnudarse y meterse dentro.

Enrique se nos unió, abrazando y besando a Elena. Guiño de ojo con una sonrisa profident, a lo que le dice que está preciosa, sopesando sus pechos delicadamente desde fuera.

Me acerca una prenda. Ponte el bañador que estarás más cómodo, a la vez que me da una nalgada.

Trago algo de saliva, no por la situación, si no por la excitación.

Mi ademán de irme hacia la casa fue frenada por un gesto rígido y tierno en mi hombro por parte de Enrique.

Cámbiate aquí, no te vamos a hacer nada, ni tú a nosotros – Dice sonriente.

Me levanto. Les miro. Asiento con la cabeza a Enrique, miro a Elena que me sonríe ampliamente.

Desabrocho mi pantalón, antes habiendo quitado con los propios pies las bambas rojas. Lo hago descender, quitándome las perneras apoyándome en la silla. Silban los dos divertidos mi culo y mi striptease improvisado.

Me incorporo dejando los pantalones en cualquier sitio. Se han dado cuenta de mi pequeño bulto. No quitan ojo. Él sentado y piernas cruzadas reclinado hacia atrás, ella de pie pasando la mano por el escote, sonriente.

Ayudo a descender los boxers con mi pene en semierección. Se acerca Elena, para decirle a Enrique – está contento el chico- a la vez que magrea mis nalgas finalizando con un azote.

Ya llevo dos. Pero han visto que mi falo ha reaccionado. Me pongo el bañador y continuamos charlando.

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