Hace poco que te conozco. Más bien no te conozco. Te leo. No he escuchado tu voz salerosa con ese toque excitante del acento. Me entraste por el ojo, sensual, sexual, morbosa. Precioso cuerpo de contornos curvos, silueta sinuosa y perfil protuberante y provocador, incluso agresivo. Si claro, me provocas y me gusta. Es delicioso irse trempado y luego el desahogo solitario de mi música personal, banda sonora imaginando, como una película de Tarantino, violenta pero entrañable. Mi mano danza a tu son. Baila para dejarse llevar como si jugaras con tus labios en la violácea piel. Pero hoy debería yo saborear tus sonrosados labios, siguiendo tu pauta y necesidad, lento. ¡¡¡Que imaginación tengo!!!

Te propuse un juego. Aceptaste. Buscarnos por el centro comercial. Nos buscaríamos por las calles de adornos, maniquíes y luces. La gente entrando y saliendo, cochecitos, maridos en la puerta de las tiendas de moda. Yo mirando a todas las mujeres.

Un café. Yo en una mesa, dominando el escenario de familias, amigas y demás grupos que se habían propuesto desgranar la paga de navidad. Tú entras. Te reconocí al instante, igual que tú a mí. ¡¡¡Nos encontramos, por fin!!! Sonrisa pícara. Mi arqueo de cejas, sorprendido y admirándote. Realmente sensual izado por ese toque felino que tenías, ajustada, medias, falda. Como un resorte me empalmo, sobre todo por la descarga psicológica de deseo, morbo que dio nuestro juego.
Te pediste el café y la tarde discurrió entre miradas provocadoras, cruces de piernas interesantes. Afinando mi mirada para intentar ver más pero que lo poco que se admiraba disfrutaba, lo justo si bueno….más me pone. No perdía detalle. Como te ajustabas el suéter ceñido, escotado, improvisando movimientos para dejarte ver, mostrarte, entregarte…. Tus pechos voluminosos, imaginados, los saboreaba en mi mirada. Deseaba que me los pusieras en la boca. Más empalmado.

Disfruté también de la escena de otros hombres al mirarte. Aquel señor mayor en la barra que se relamía esos labios resecos y sus ojos decían: quiero follarte. O aquel jovencito que cuando le sorprendiste mirándote se ruborizo y que tú le regalaste una sonrisa a lo que agachó la cabeza, seguramente imaginando mil cosas guarras contigo como profesora. Y aquel grupo de chicos por el que pasaste a propósito entremedio ya que estaban hablando de ti y quisiste rozarlos y hacerte presente.

Mi sexo, mi cuerpo, mi mente y mi alma estaban excitados, a mil…
como movías el culo al salir del lavabo… y todo lo que llegue a imaginar….

Me levante a pagar.
Pagué tu café.
Y le dejé al camarero aquella famosa nota que tú y yo sabemos…

Pin It on Pinterest

Share This