Aquella tarde tenia hora con la doctora para recoger los resultados del análisis. Una treintañera con cara de niña. Normalita. No se que se esconde bajo esa bata blanca holgada. Delgada. Pero tiene una mirada penetrante que atrae.
Esperaba apoyado en la pared mi turno. Llevaba unos pantalones finos, grises, bambas, y una camiseta de pico negra, cazadora. Sumido en mis pensamientos oigo una vocecita:
– señor de qué hora es el que está dentro?
– De las 6 (son casi las 7)
Quejicosa habla con el novio, tendría unos 20 años, y la capulla me llama señor. (como duele eso) muy moderna ella, un peinado moderno, ondulado, largo-corto, mechas rubias, carita redondeada, chaqueta plumon, esos pantalones anchos del tiro, bombachos y de pitillo al final y las manoletinas, movil en una mano, bolso en la otra y el novio colgado. Una imagen muy frecuente vaya.
Me giré para mirarla bien. Mirar que mocosa me ha llamado señor. La muy hija de puta.
Tiene tela la niña. Me aguantó la mirada, desafiante. Por respeto a su acompañante desistí.
De repente volví a mirarla. Esa postal me dio morbo. Su figura, la forma que iba vestida. La edad. Esos labios juveniles brillantes. El peinado y el efecto de las rallas perfilada en sus ojos. Sobretodo la sonrisa maliciosa que me dedicó.
Yo la mire a los ojos con esa mirada penetrante que expresa el deseo. De repente, posando morritos y humedeciendo mis labios. Me excité. Me sonrió.
Me excité, me excitó. No puede evitar notar como mi pantalón comenzaba a recibir mi semiereccion, abultándose levemente. Intente disimular, me di la vuelta. El pack de chica-movil-bolso-novio se movió a un lugar en frente mío. Reía la cabrona y me miraba.
Me deleitaba con sus gestos. Esos labios vocalizando exageradamente sus cuchicheos con el chico, mirándome de reojo, girándose para dejarse observar todo su repertorio de poses, anatomía y prendas. No se le veía el tanga pero me embargaba una inmensa curiosidad saber como era su culo enfundado en esa bolsa tejana, caída. Me erotizó ver el empeine de sus pies desnudos, franqueados por esas diminutas zapatillas y coronado por el pitillo del pantalón sobre un sensual tobillo.
Entro en la consulta, era su turno. En esos momentos me habría gustado ser médico..
Soy tu nuevo vecino, me alojo en el 4º . Desde aquí observo, saboreo, miro, me dejo llevar e intento sensualizarte. Este espacio de relatos eróticos tiene a veces un olor duro y bruto, otras con perfume, sabe a sensualidad y fantasías, pinceladas de vivencias y fantasías de este tu vecino.